El dos de noviembre, Día de difuntos, empieza para mí el mes más aburrido del año y el largo invierno. El laaaargo invierno. Con luz menguante y con las calles que aún no se encienden, como en diciembre, gracias a la nunca suficientemente alabada Navidad...
Vamos, lo que se dice un mes sin luz, sin verano y sin calles encendidas, regalos y dulce espera. Un mes sin gracia, porque el otoño verdadero pertenece a octubre.
La sorpresa de las castañas y de las hojas rojas la hemos disfrutado ya en octubre. Noviembre me sobra, ¡soy el Scrooge de noviembre!
P.S. Que dice Jesús Beades que alguno de mis poemas podría no tener final feliz, pues ¡toma proema oscuro y gruñón!
A mí me encanta noviembre. Es un mes gris y saturnal (como yo) que invita a la contemplación. Es el mes de mi santo, del otoño espléndido en el Retiro, de los charcos de barro y las botas de agua. Es el mes que evoca la tristeza de María Magdalena al ver el sepulcro vacío pero también el de su peplejidad ante el supuesto jardinero con el que se encuentra. Sin todo esto, sería imposible decir "He visto al Señor" en diciembre.
ResponderEliminarMadre mía, gracias por estas palabras... y ¡felicidades!
EliminarNoviembre huele a puchero, a migas y a mantecados. No puede ser el peor mes del año.
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