Éste de los diálogos más o menos surrealistas escuchados en el vestuario de las piscinas es un género literario que va asentándose en la esfera de los blogs, esa isla obsoleta ya según algunos.
Hoy vengo a relatar mi primera experiencia, absolutamente real.
Ocho y media de la tarde. En el vestuario estoy yo, sola, disfrutando de una ducha balsámica. Entran dos chiquillas de unos trece años y se ponen a cotorrear.
- Tía, ¿sabes quién están...?
Me chifla la falta de concordancia tan original, y la creación de suspense propia de toda narración.
- ¿¿Quién??
- Lucía y Valentín.
- ¡Anda! Pero ¿tú sabes que yo estuve con Valen hace mucho, mucho tiempo?
Trece años. Gira la cabeza a ambos lados y dictamina.
- No durarán nada, porque Valentín es de los de tocar... tocar.
- ¡Ah! Y tú...
- Hombre, pues ¿no te digo que no estoy con él? Que una cosas es... y otra... que su casa... ya sabes, que te lleve a su casa... y no esté nadie... da yuyu...
- Claro...
- Y, y pa algo están los portales digo yo...
- Claro...
- Y que fue el año pasao y yo tenía doce años.
Salgo de la ducha porque me da vergüenza escuchar sin ser vista. Ellas siguen a lo suyo.
- Pues ahora me gusto de Hércules.
Toma ya, pienso. La amiga lo piensa también.
- Vaya un nombrecito el Hércules. Sus padres en qué estaban pensando.
- Son padres.
Por lo visto, con eso está dicho todo.
Pues no, me equivocaba:
- Es un nombre judío, sale en la Biblia.
- ¿Tú crees?
- Que sí, que hicieron una peli con la Withney Houston cantando.
- ¡Eso es Moisés!
Me había vestido ya, y les dejé con sus diatribas. Ambos nombres son originales, digo yo.
Al final, (y al principio), va a tener razón el gran Rafa Alvira.
jueves, enero 30, 2014
domingo, enero 26, 2014
Haciendo largos metafísicos: el agua azul y la materia celeste
He vuelto a nadar: año bueno, vida buena.
Es el único deporte que me entusiasma: flotar, fluir bajo el agua. Entrar en el agua y surcarla con los brazos, sentir que se va, que adelanto flotando siempre. Bucear, percibir la magia fría y azul que me sostiene.
El agua azul tiene algo místico que obnubila. Recuerdo que cuando murió mi abuelo una de mis sobrinas pequeñas (tenía no más de cinco años) dijo muy serena: "Papote esta en el Cielo, pero no importa: me ve en la piscina, cuando buceo".
Y yo, que no tengo remedio ninguno, me puse a fantasear con la idea de que el agua azul estuviera fabricada con una sustancia similar a la materia celeste. Eso explicaría ese aura de felicidad y libertad que me envuelve al entrar en cualquier piscina. Y el hecho de que los bienaventurados nos puedan ver mientras buceamos, como en un cine exín acuático.
Una amiga mía puso cara rara cuando le hablé de mis teorías que aúnan mística y cloro, y tuve que advertirle de que yo no hablo en términos científicos sino poéticos. La ciencia es verdad, es la verdad que, como diría Scully, está ahí fuera. Pero la poesía y la fe son también verdad: la verdad que está aquí dentro.
Es el único deporte que me entusiasma: flotar, fluir bajo el agua. Entrar en el agua y surcarla con los brazos, sentir que se va, que adelanto flotando siempre. Bucear, percibir la magia fría y azul que me sostiene.
El agua azul tiene algo místico que obnubila. Recuerdo que cuando murió mi abuelo una de mis sobrinas pequeñas (tenía no más de cinco años) dijo muy serena: "Papote esta en el Cielo, pero no importa: me ve en la piscina, cuando buceo".
Y yo, que no tengo remedio ninguno, me puse a fantasear con la idea de que el agua azul estuviera fabricada con una sustancia similar a la materia celeste. Eso explicaría ese aura de felicidad y libertad que me envuelve al entrar en cualquier piscina. Y el hecho de que los bienaventurados nos puedan ver mientras buceamos, como en un cine exín acuático.
Una amiga mía puso cara rara cuando le hablé de mis teorías que aúnan mística y cloro, y tuve que advertirle de que yo no hablo en términos científicos sino poéticos. La ciencia es verdad, es la verdad que, como diría Scully, está ahí fuera. Pero la poesía y la fe son también verdad: la verdad que está aquí dentro.
miércoles, enero 22, 2014
Por qué vi la primera temporada de Isabel con mucho gusto... y por qué no veré ninguna temporada más
Estoy metiéndome de lleno en el mundo de la series, y ya que no tengo tele sino cañón y me gasto mis dineros (porque no sé bajarme las series de internet y además no me aclaro sobre si es ilegal o inmoral hacerlo...), me doy el gusto de elegir.
Estuve enganchada a Downtown Abbey que me encanta, al Mentalista que me dejó un sabor amargo (de adicción amarga) y al Ala oeste que no defrauda nunca.
Un poco antes de navidad, Alberto Fijo me recomendó El tiempo entre costuras, The Big Bang Theory... e Isabel.
Un día picoteando en una tienda de segunda mano (Cex) encontré la primera temporada de Isabel a doce euros y me la llevé a casa.
La serie la hemos visto religiosamente mis padres y yo en estas navidades y también me ha dejado un regusto amargo, y voy a explicar por qué.
Los personajes se te meten en el corazón. Están tan bien hechos, tan bien construidos, son tan buenos actores que no puedes dejar de ver capítulo tras capítulo. Isabel es un prodigio de mujer: altanera y sensible, orgullosa y capaz de miedos muy humanos, con una piedad delicada... Fernando el Católico está tre-men-do.
Nunca pensé que fuera yo a decir esto de un hombre, sea o no actor: no suele ser mi forma de describirlos, pero es que es el adjetivo que más le cuadra. También tiene manos poderosas y ojos risueños, y es un actor como una catedral.
Hasta aquí lo bueno. Por qué no veré ninguna temporada más. A demás de que se enseñan hasta un nivel impúdico las vergüenzas de los eclesiásticos sin mostrar las luces, que las hubo, porque la serie está salpicada de sexo. No hay problema, dirán algunos, pero es que se trata de un sexo, aviso, que es tan feo que no es ni pecado. Hasta para pecar hay que tener clase, y en esta serie hay mucha batalla y tras la batalla viene, con un realismo atroz, el saqueo... y las violaciones, o lo que no es fuerza pero sí un momento pasional sin ternura ni amor encendido. Imágenes que se me clavan, me perturban y me hacen sufrir.
Ojo, que no digo pecar, ya que no hay nada deseable en ellas... La única escena de la serie que puede constituir una tentación es justamente una escena de amor conyugal: la primera noche de Fernando el Tremendo y de Isabel.
Estuve enganchada a Downtown Abbey que me encanta, al Mentalista que me dejó un sabor amargo (de adicción amarga) y al Ala oeste que no defrauda nunca.
Un poco antes de navidad, Alberto Fijo me recomendó El tiempo entre costuras, The Big Bang Theory... e Isabel.
Un día picoteando en una tienda de segunda mano (Cex) encontré la primera temporada de Isabel a doce euros y me la llevé a casa.
La serie la hemos visto religiosamente mis padres y yo en estas navidades y también me ha dejado un regusto amargo, y voy a explicar por qué.
Los personajes se te meten en el corazón. Están tan bien hechos, tan bien construidos, son tan buenos actores que no puedes dejar de ver capítulo tras capítulo. Isabel es un prodigio de mujer: altanera y sensible, orgullosa y capaz de miedos muy humanos, con una piedad delicada... Fernando el Católico está tre-men-do.
Nunca pensé que fuera yo a decir esto de un hombre, sea o no actor: no suele ser mi forma de describirlos, pero es que es el adjetivo que más le cuadra. También tiene manos poderosas y ojos risueños, y es un actor como una catedral.
Hasta aquí lo bueno. Por qué no veré ninguna temporada más. A demás de que se enseñan hasta un nivel impúdico las vergüenzas de los eclesiásticos sin mostrar las luces, que las hubo, porque la serie está salpicada de sexo. No hay problema, dirán algunos, pero es que se trata de un sexo, aviso, que es tan feo que no es ni pecado. Hasta para pecar hay que tener clase, y en esta serie hay mucha batalla y tras la batalla viene, con un realismo atroz, el saqueo... y las violaciones, o lo que no es fuerza pero sí un momento pasional sin ternura ni amor encendido. Imágenes que se me clavan, me perturban y me hacen sufrir.
Ojo, que no digo pecar, ya que no hay nada deseable en ellas... La única escena de la serie que puede constituir una tentación es justamente una escena de amor conyugal: la primera noche de Fernando el Tremendo y de Isabel.
miércoles, enero 15, 2014
El cuaderno de Iñaki (escuchando a Duncan Dhu)
Tecleo al ordenador mientras en la radio suena uno de los míticos programas "De cerca...", esta vez con Duncan Dhu. Y caigo en un ensueño, un túnel del tiempo que me lleva al ochenta y nueve, aquel verano en el que mis primas no paraban de poner a todo volumen Cien gaviotas...
Tenía once años y me gustaba un niño rubio y pecoso. Bueno, en realidad no me gustaba, es solo que mi prima había caído presa de amor hacia su hermano, y por una especie de lealtad decidí enamorarme por vez primera en mi vida. Luego vi que el caso no es tan raro... en las comedias del Siglo de Oro es muy normal que un caballero se enamore de la hermana de la dama de su mejor amigo... Es un poco lío pero incluso los personajes lo mencionan en una de esas alusiones metateatrales de Calderón que tanto me gustan.
Me estoy desviando. Duncan Dhu. Yo me dedicaba a escuchar sus canciones y a pensar qué demonios hace una enamorada... así que salmodiaba en mi interior frases del tipo: "es tan simpático... y tiene unos ojos tan...", y al tercer día decidí comenzar a dibujar al calor de los primeros acordes de "Una calle de París".
Siempre he pensado que el amor es creativo. Yo no dibujaba bien, pero aún así me armé de cuaderno y lápiz y empecé a retratar a mi amor. Se llamaba Iñaki, así que bauticé el bloc como "El cuaderno de Iñaki". Lo pinté de frente, de perfil, saliendo de su casa, bañándose en el río, jugando al fútbol, en el frontón, montando en bicicleta y, como las situaciones cotidianas se me acababan, lo pinté vestido de romano. Aún ignoro por qué.
Todo esto, regado por la chufla de mis primas y de mi padre, que veían crecer mi pasión pintora, con esas pocas artes que Dios me dio... Mi padre rescató el cuaderno y lo enseñaba a los amigos entre risa y emoción, hasta que yo se lo confisqué y, como soy un pequeño desastre, lo perdí.
Recuerdo el día que Iñaki se marchó de Maestu. Mi prima puso a todo volumen Cien gaviotas y me dijo: "hoy podrás beber y lamentar". Y yo bebí un kas de naranja y me di cuenta de que no estaba triste en absoluto. El chaval era risueño y tenía unos ojos simpáticos, pero nada más. Y, sin embargo, el cuaderno de Iñaki me enseñó que el amor, incluso el juguetón, soñado y ficcionalizado, es activo y creativo. Con el tiempo he sabido derivar hacia la poesía.
Veintidós años después aterricé en La Rioja. Una noche salí con veinte o treinta compañeros del trabajo y fuimos a un pub que me chifla, el Casablanca. Sonaban los primeros acordes de Cien Gaviotas...
Tenía once años y me gustaba un niño rubio y pecoso. Bueno, en realidad no me gustaba, es solo que mi prima había caído presa de amor hacia su hermano, y por una especie de lealtad decidí enamorarme por vez primera en mi vida. Luego vi que el caso no es tan raro... en las comedias del Siglo de Oro es muy normal que un caballero se enamore de la hermana de la dama de su mejor amigo... Es un poco lío pero incluso los personajes lo mencionan en una de esas alusiones metateatrales de Calderón que tanto me gustan.
Me estoy desviando. Duncan Dhu. Yo me dedicaba a escuchar sus canciones y a pensar qué demonios hace una enamorada... así que salmodiaba en mi interior frases del tipo: "es tan simpático... y tiene unos ojos tan...", y al tercer día decidí comenzar a dibujar al calor de los primeros acordes de "Una calle de París".
Siempre he pensado que el amor es creativo. Yo no dibujaba bien, pero aún así me armé de cuaderno y lápiz y empecé a retratar a mi amor. Se llamaba Iñaki, así que bauticé el bloc como "El cuaderno de Iñaki". Lo pinté de frente, de perfil, saliendo de su casa, bañándose en el río, jugando al fútbol, en el frontón, montando en bicicleta y, como las situaciones cotidianas se me acababan, lo pinté vestido de romano. Aún ignoro por qué.
Todo esto, regado por la chufla de mis primas y de mi padre, que veían crecer mi pasión pintora, con esas pocas artes que Dios me dio... Mi padre rescató el cuaderno y lo enseñaba a los amigos entre risa y emoción, hasta que yo se lo confisqué y, como soy un pequeño desastre, lo perdí.
Recuerdo el día que Iñaki se marchó de Maestu. Mi prima puso a todo volumen Cien gaviotas y me dijo: "hoy podrás beber y lamentar". Y yo bebí un kas de naranja y me di cuenta de que no estaba triste en absoluto. El chaval era risueño y tenía unos ojos simpáticos, pero nada más. Y, sin embargo, el cuaderno de Iñaki me enseñó que el amor, incluso el juguetón, soñado y ficcionalizado, es activo y creativo. Con el tiempo he sabido derivar hacia la poesía.
Veintidós años después aterricé en La Rioja. Una noche salí con veinte o treinta compañeros del trabajo y fuimos a un pub que me chifla, el Casablanca. Sonaban los primeros acordes de Cien Gaviotas...
domingo, enero 12, 2014
Para despedir las navidades... Entrevista imposible a los Reyes Magos
Desde el punto de vista litúrgico, la Navidad termina hoy. He tenido toda una semana para reponerme de la saudade post Navidad, que me ataca todos los años.
Esta vez ha sido aún más poderosa la murria porque... ¡días antes estuve entrevistando a Sus Majestades! (Por cierto, de mis años manejando manuscritos calderonianos me ha quedado la manía de escribir este sustantivo con "g", lo que se dice una falta de ortografía culta)
Como cada mes, colaboré con Aleyendo, la revista de animación a la lectura de la asociación cultural Ayedo: aquí podéis hojear y ojear la publicación que es magnífica, y aquí os ofrezco la entrevista imposible
Esta vez ha sido aún más poderosa la murria porque... ¡días antes estuve entrevistando a Sus Majestades! (Por cierto, de mis años manejando manuscritos calderonianos me ha quedado la manía de escribir este sustantivo con "g", lo que se dice una falta de ortografía culta)
Como cada mes, colaboré con Aleyendo, la revista de animación a la lectura de la asociación cultural Ayedo: aquí podéis hojear y ojear la publicación que es magnífica, y aquí os ofrezco la entrevista imposible
LA ENTREVISTA
IMPOSIBLE...
A LOS REYES MAGOS
En este mes invernal,
han aparecido por la redacción de Aleyendo sus Majestades, Los Reyes Magos de
Oriente. Tras reponernos del asombro y la
emoción, hemos dado comienzo a la entrevista.
ALEYENDO: ¿Qué hacen
ustedes por aquí?
BALTASAR: ¡Señorita!
¿No se alegra de vernos?
MELCHOR: ¿Qué
recibimiento es éste?
ALEYENDO: Perdón,
perdón... Estoy encantada de tenerles ante mí, quizás un poco aturullada... Pero
es que esto es una revista de animación a la lectura, y al no ser ustedes
autores, ni personajes, ni...
GASPAR: ¿Que no somos
personajes? ¿Le parece poco haber protagonizado el viaje más hermoso de la
historia, y salir en La Biblia? ¡Es o no es un libro?
ALEYENDO: Claro,
claro...
BALTASAR: Eso, sin
contar con El auto de los Reyes Magos,
una joya de su literatura...
ALEYENDO: ¿De la mía?
BALTASAR: ¡De la de su
país! Nosotros hemos estrenado el género teatral en la lengua castellana...
ALEYENDO: Les veo muy
cultos.
BALTASAR: Es que a
pesar de lo que digan, aún nos piden los niños de todo el mundo muchos libros,
muchísimos...
GASPAR: Y algún que
otro Kindle...
MELCHOR: Y claro,
entre viaje y viaje...
ALEYENDO: ¿Estrenan
los ebooks?
BALTASAR: (Risas) ¡A
tanto no nos atrevemos! Pero abrimos los libros de papel con cuidado, nos
encanta cómo huele el papel nuevo. Yo voy por el quinto libro de la saga de
Harry Potter.
GASPAR: Yo prefiero
los libros de Alessandro D´Avenia.
ALEYENDO: ¿Y usted,
Melchor?
MELCHOR: Yo soy el más
responsable de los tres y no leo en los viajes, vigilo a los camellos. Si fuera
por este par de frikis que tengo al lado acabamos en el Polo Norte en vez de en
Francia...
BALTASAR: ¡No lo crea!
Lo que hay es que se marea el pobre...
ALEYENDO: Así que son
ustedes muy literarios.
GASPAR: Nosotros
provocamos ilusión, emocionamos, hacemos más placentera la vida...
MELCHOR: ¡Este Gaspar
siempre se lo ha tenido un poco creído!
GASPAR: ¡Pero es
verdad! Y justo eso es lo que hacen también los buenos libros, ¿no?
ALEYENDO: Cierto, muy
cierto. Otra cosita, ¿ustedes reciben regalos en cada seis de enero?
MELCHOR: Bueno... Hacemos
el Amigo Invisible entre los tres.
GASPAR: El año pasado,
Balta me regaló unos calcetines y un Iphone. Y a mi mujer, la Reina, unos
pendientes de swaroski y un botecito de kohl árabe.
ALEYENDO: ¿Están
ustedes casados?
BALTASAR: ¡Toma! No
hay Rey sin Reina... y como ellas tienen mejor gusto y más intuición... nos
ayudan a elegir. Porque hay padres que no escriben carta, y con los adultos es
más difícil...
ALEYENDO: Ajá.
Entonces, no les entretengo más. Ha sido un gran placer hablar con ustedes.
MELCHOR: El placer ha
sido nuestro, bella súbdita.
BALTASAR: ¿Ha sido usted buena durante este año?