He vuelto a nadar: año bueno, vida buena.
Es el único deporte que me entusiasma: flotar, fluir bajo el agua. Entrar en el agua y surcarla con los brazos, sentir que se va, que adelanto flotando siempre. Bucear, percibir la magia fría y azul que me sostiene.
El agua azul tiene algo místico que obnubila. Recuerdo que cuando murió mi abuelo una de mis sobrinas pequeñas (tenía no más de cinco años) dijo muy serena: "Papote esta en el Cielo, pero no importa: me ve en la piscina, cuando buceo".
Y yo, que no tengo remedio ninguno, me puse a fantasear con la idea de que el agua azul estuviera fabricada con una sustancia similar a la materia celeste. Eso explicaría ese aura de felicidad y libertad que me envuelve al entrar en cualquier piscina. Y el hecho de que los bienaventurados nos puedan ver mientras buceamos, como en un cine exín acuático.
Una amiga mía puso cara rara cuando le hablé de mis teorías que aúnan mística y cloro, y tuve que advertirle de que yo no hablo en términos científicos sino poéticos. La ciencia es verdad, es la verdad que, como diría Scully, está ahí fuera. Pero la poesía y la fe son también verdad: la verdad que está aquí dentro.
Un detalle: nadar NO ES "un deporte", aunque estemos en un tiempo en que las actividades deportivas desbordan (yo diría que destiñen) fuera de sus límites naturales. Sería como decir que andar lo es. No. Aunque puedan tener (entre otras muchas posibilidades) una finalidad deportiva, no se limitan a eso, afortunadamente.
ResponderEliminarBueno, supongo que para quien le guste nadar y no el deporte no será un deporte, aunque haya una cosa en la olimpiadas que sea natación, o sea, nadar.
ResponderEliminarMe ha encantado tu refleión metafísica, siempre he pensado que la poesía tiene algo de magia que nos permite llegar más cerca de los transcendentales que la ciencia, sometida a la constricción de la materia con su medida, su peso... incluso a veces la poesía tiene mucho de hablar con Dios. Besos
Tu capacidad de sacarle poesía a todo es infinita, aunque supongo que ayudará no acudir a la piscina en hora punta, tipo antes de acudir a trabajar por las mañanas o después de salir del mismo por las tardes, o incluso si me apuras, en el "break" del mediodía, porque el atasco, las tortas que hay que esquivar, los adelantos en las calles y las colas en los vestuarios son tales, que hay veces que el estrés acuático supera al asfáltico, desgraciadamente. Nota gris y discordante pero igual de real.
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ResponderEliminarAnónimo Tercero, justo hoy he tenido que compartir calle de la piscina con dos fermosos hombres que daban palazos, me los he encontrado de frente y he tenido que bucear debajo de ellos...
ResponderEliminarRntonces me he ido a la pequeña, que la mitad estaba libre, y como sonaba música discotequera me he puesto a bailar dentro del agua, ¡qué subidón! Aquadisco le he llamado.