Lo primero que me atrapó fue la luz. Iba a llover, había llovido..., pero entre guerra y guerra me recibió una calma de sol tímido, un ligero picor de jersey de verano. Azul de peligro, azul que pronto será gris.
Y luego el aroma. Azahar intenso que invade, que impregna, adentrándose en cada poro de la piel. Azahar que se mezcla con ráfagas de jazmín y cera derritiéndose. La cera huele a las natillas de mi niñez, dulces y ligeramente especiadas. La cera huele a calor y a silencio.
En la capilla de los Estudiantes, flores e incienso. Olor a lluvia, a tierra que se moja y lágrimas que caen.
Y en mi casa huele a sábanas limpias y a jabón, a madre, a felicidad en monosílabos.
Lo siempre sí te comunica sus virtudes.
ResponderEliminarEmocionante, niña, orfebrería pura.
Disfruta de tu familia y tu Sevilla.