Yo nunca me he detenido en las rebajas de julio, y menos en las de enero: era una cuestión de principios.
En mi niñez, mis padres me inculcaron la sana idea de que no había ninguna obligación de salir en estampida y beberse la ciudad de un trago sólo porque todo estuviese un poco, o un mucho, más barato. No me gustan las mareas humanas ni las obligaciones, las fechas con caducidad. Hay personas que no le encuentran gusto a eso de estar felices porque sí en las navidades, lo ven como una imposición foránea. Y yo, que sigo aún soñando con los Reyes Magos... en medio del sofocante calor, me rebelo contra ese afán corporativista que nos sacude en los primeros días de julio porque... ¡comienzan las rebajas! Y hay que quemar suela y lanzarse a la calle con un letrero luminoso ardiendo en nuestra frente que grita: "lo quiero...¡todo!"
No piensen ni por un momento que soy contraria el consumismo: ojalá me ocurriera algo así. Me confieso pecadora, y como lo he querido todo durante todo el año, llego al borde del verano con los bolsillos vacíos y el alma libre.
Hasta ahora. En este año, el mes de julio me ha pillado mileurista... ¡por fin! Y si el dinero me impone respeto porque sé lo mucho que cuesta ganarlo, también me provoca una chispa de gozo invertirlo sabiamente, porque sé muy bien que no estoy gastando la paga de mis padres, ni el ocasional fruto de un trabajillo como correctora de pruebas o unas mal pagadas clases de literatura a extranjeros... No. Ya no.
Cuando compro un poemario o un tarro de crema, puedo ver plasmadas mis ocho horas de trabajo diario, mi placentera rutina, los bostezos de la primera hora y la luz que brilla en la última.
Y si es verdad que el tiempo es oro, por una mágica ecuación el tiempo se convierte en vestidos veraniegos, bolsitos de rafia, lujosas barras de labios... cuando llega el mes de julio.
Yo he ido hoy a las rebajas. Me he comprado un vestido de Tintoretto precioso por 23 euros con el que parezco una "señorita". Luego me he dirigido a una zapatería de esas de toda la vida y te he rendido mi particular y sentido homenaje comprándome unos Pitillos.
ResponderEliminarEl modelito completo me ha salido por menos de 60 euros.
Las rebajas son gloriosas, son democráticas, son para mileuristas como tú y para paradas como yo.
Hola...
ResponderEliminarMe ha encantado tu post ya que coincido contigo en la mayoría de los puntos. A mi me encanta comprar, e intento que sea con cabeza y no por impulsos. Me gusta la libertad de comprar cuando me gusta algo de verdad y disfrutarlo y no tener que esperar a las rebajas, pues a lo mejor ya no hay tallas para mi...
Lo cual no quiere decir que algún día te encuentres algo perfecto para ti en un día de rebajas.
Saludos...
Como señala el Anónimo, hay gente que acude a las rebajas por la excelente razón de que no puede comprar lo que le gusta a su precio normal. Yo, que no las frecuento, comprendo a quienes lo hacen porque no tienen un duro, o un euro. Que ser pobre no es ser vulgar. Y, en cambio, hay muchos ricos (y no pocos riquísimos) que lo son, inmitigablemente. Un poquito más de comprensión para el que no tiene; que son muchos, y generalmente sin culpa alguna por su parte.
ResponderEliminarA mí también me sigue emocionando la víspera de Reyes, ojalá pudiese recuperar la emoción infantil que me producía!
ResponderEliminarMarinero, no ha entendido usted nada. Yo misma me río en el post de mis prejuicios contra las rebajas, y en ningún momento he dicho que ser pobre sea vulgar, porque entre otras cosas yo misma hubiera sido vulgar toda mi vida, hasta ahora mismo.
ResponderEliminarMe alegro de no haber entendido nada; es cosa que me pasa con frecuencia, sin duda por grave limitación mía. En todo caso, ya digo: las rebajas, que yo no frecuento, me parecen bien en lo que tienen de -como también se las llama- oportunidades. Oportunidades reales, para los que no tienen otras, de comprar a buen precio lo que necesitan. Respecto al "consumismo", yo reconozco practicarlo de un modo francamente abusivo. Aquí tienen al abajo firmante, con-su-mismo pantalón del año pasado (y de otros), con-su-mismo jersey, zapatos, etcétera, etcétera. Y es que el que no da para más...
ResponderEliminarHola Rocío, hoy he leído esta entrada y me he acordado de ti. Te dejo el enlace:
ResponderEliminarhttp://www.letrasyescenas.com/2011/07/cosas-de-escritoras.html
Un besito
Querida Rocío: te hemos echado todas un montón de menos en estos días en La Peña. Todo el mundo habló de tus consejos, y Maribel, la murciana que ha repetido con nosotras, te manda mil besos (ha sido nuestra consejera de imagen). Toti irreconocible...
ResponderEliminarPor cierto, alguien ha dicho algo de un poema y la jmj.... no sé...
Besos: Blanca
¡Qué rapido vuelan las noticias! Gracias por tu mensaje, Blanca.
ResponderEliminar¿El tiempo se lo lleva el corte ingles?. Que vida más dura. Gracias por la enseñanza.
ResponderEliminarEs una lectura válida, Anónimo. Otra podría ser: el tiempo se lo llevan mis ratos de lectura, mis paseos relajados con zapatos comodísimos, mis labios de color melocotón... cada uno "gasta" el tiempo como quiere, porque si no se gasta, lo pierdes también.
ResponderEliminarProtesto: no hay que gastar el tiempo, hay que invertirlo. (Como en los ejemplos de A.)
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