Esto es lo que suele decir mi padre, medio en broma, cuando me veo inmersa en alguna situación insólita y siento deseos irrefrenables de inmortalizarla. Siempre pido permiso al interesado, a no ser Merl, Lord Scutum, Pablo, Cris, Beades, Cabanillas o Enrique García Máiquez, todos amigos entrañables a quienes no tengo que pedir permiso para casi nada. Les gusta pasearse por este blogg.
A mi madre y a mi padre los suelo dejar tranquilos, por no convertir lo que ya es un espacio muy personal en un estriptis puro y duro. Pero hoy no me queda otro remedio que hablar de la mesa redonda sobre Darwin en la que intervino mi padre y declarar, desde aquí, mi enorme admiración. Mi padre brilla.
A mí nunca me ha interesado la ciencia. Soy una mujer de letras que aborrece los números, que suspendió las malditas matemáticas a lo largo de toda la EGB y el bachillerato y que cuando aprobó las de tercero de BUP rompió el libro en pedacitos y bailó "sobre ecuaciones destrozadas" con la música a todo volumen. Pero me interesa la biología, porque la vida bulle en ella y el microscopio es un milagro; y me interesa mi padre.
Por eso en sólo una semana, de viernes a viernes, he asistido a dos debates puramente científicos. El primero fue el congreso sobre mente y cerebro organizado por mi padre en la facultad de Filosofía de Sevilla, donde conocí al materialista más simpático del mundo; y el segundo fue una mesa redonda sobre Darwin en Fundeca, donde el moderador había invitado a un naturalista, a un teólogo y a mi padre, como experto en filosofía de la ciencia.
Mi padre lo primero que dijo fue que no entendía tanto escándalo, tanta aseveración de que gracias a Darwin las religiones han quedado como cosa ridícula, porque Darwin explica la evolución de la vida pero no su origen, y sobre todo porque en plena Edad Media hubo santos que dijeron cosas muy parecidas y nadie se rasgó las vestiduras. Conmoción en la sala (que estaba llenísima.) Todos con una gran curiosidad por ver qué oscuro medieval vislumbró el naturalismo. Y llegó la cita, y era nada más y nada menos que de Agustín de Hipona:
El universo fue creado en un estado no totalmente completo, pero fue dotado de la capacidad de transformarse por sí mismo desde la materia informe a un orden verdaderamente maravilloso de estructuras y formas de vida. (Agustín de Hipona, citado por Martin Rees, Seis números nada más. Las fuerzas profundas que ordenan el universo, Madrid, Debate, 2001, p. 153.)
¡¡¡Toma ya!!! Y citó también a Tomás de Aquino, que dijo que basta la virtud de los cuerpos celestes para la generación de algunos animales imperfectos de la materia ya dispuesta. (Tomás de Aquino, Suma teológica, ed. de F. Barbado y otros, Madrid, BAC, 1959.)
Por fin acabó diciendo el profesor Juan Arana que uno de los problemas estaba en que los filósofos ya no saben nada de ciencia y los científicos ya no piensan con método filosófico. Hubo un tiempo en que filosofía, ciencia y teología se daban la mano y estaban en constante diálogo, rozándose, porque eran una misma cosa. Terminó su intervención alabando la humildad de Darwin, que cuando le preguntaban por cuestiones teológicas admitía no estar cualificado para hablar de ello, por no haberlo pensado el tiempo suficiente.
Fue una de las mejores tardes de viernes que he disfrutado en mi vida, y eso que no hubo ritual de belleza ni masaje de pies ni crema americana perfumando mi cabello. Supongo que hay ocasiones en que el mejor modo de relajar el cuerpo es estimular la mente.
Gracias de nuevo por dejar constancia de la memorable mesa redonda. No olvides mi petición.
ResponderEliminarGran crónica. Apúntame al club de fans de tu padre.
ResponderEliminarDesde luego, esos planes son mucho más gratificantes que otros...además, siempre se dice eso de mens sana in corpore sano fijándose en "corpore", pero deberíamos fijarnos en lo de "mens"
ResponderEliminarExcelente crónica! Y vuestro padre un verdadero maestro! :)
ResponderEliminarMuchas gracias: por tu blog, por tu entrada de hoy y por tu padre.
ResponderEliminar¡Ole por el Hombre-Arana! Un crack.
ResponderEliminarQué chulo tu padre. Aupa Orio.
ResponderEliminarHola Rocío.
ResponderEliminarMe quedo con ésta frase: "hay ocasiones en que el mejor modo de relajar el cuerpo es estimular la mente".