El mundo se divide, dijo nuestro anfitrión después de la cena, entre aristotélicos y platónicos. En ese mismo instante me proclamé como una rendida platónica, pero tres segundos más tarde recordé cuánto me gustaba Santo Tomás de Aquino. Gordo, filósofo y autor del Adorote devote, ¿se puede pedir algo más?
Entonces, platónica tomista, resumió nuestro anfitrión. Acto seguido declaró que su mujer era aristotélica volteriana. Leves murmullos de protesta emergieron del asiento que correspondía a la esposa, pero él tenía una explicación para todo. No, mira, tú leías Mafalda de niña, y si de pequeña te gusta Mafalda, es que vas a ser volteriana. Si te gusta el Capitán Trueno, serás un romántico empedernido como yo.
Bebiendo un sorbo de vino blanco, pensé en Obélix y en Ideafix: el primer perro ecologista de la historia, que aúlla de tristeza cuando cortan un árbol. Y en el bardo: no cantarás, no cantarás y no cantarás. Y es que soy platónica tomista.
Y eso explica muchas cosas.
(Por favor, rezad para que no nieve mañana, que quiero pasar en Logroño la noche y el día de Reyes, con la parafernalia de siempre, Gaunas, cabalgata, comilona y cuarto oscuro. Debe ser que soy platónica tomista.)
Qué buen plan navideño! y me encantó esta entrada...me quedé pensando qué seré yo...talvez agustiniana- platónica, con tintes maquiavélicos...extraña mezcla, no?
ResponderEliminarSaludos!
Me acabo de enterar de que soy (o seré) volteriano. Feliz no-nieve, felices Reyes, feliz año.
ResponderEliminarGenial, Rocío. Me encanta tu explicación de por qué te gusta Santo Tomás. Lo digo sin un ápice de ironía, en serio.
ResponderEliminarY me siento totalmente identificado con tus raíces intelectuales galas. Sólo que yo añadiría los comics de Ibáñez, los cuentos de Andersen (un escalofrío de felicidad me recorre aún cuando los recuerdo) y los Cuentos al amor de la lumbre...
Yo me veo bien de platónico-romántico.