Ilargi ha desplegado todo un mundo de broches, imanes, colgantes con los que he ejercido convenientemente de paje de los Reyes Magos...
Y al final, mi amiga artesana ha enseñado al alegre público, entre el que me encontraba yo, su última novedad: un anillo anti estrés, que consiste en una fina alianza plateada surcada por una serie de bolitas, o cuentas. Vas pasando las cuentas y te tranquiizas..., o no.
"Si tiene diez te lo compro", le he dicho, aunque no ha habido suerte. Todos los anillos tenían justamente ocho o nueve cuentas. "Ah, pero te hago uno", ha ofrecido ella, solicita. "Lo usaría para rezar el Rosario", he terminado comentando, como si tal cosa.
Y de repente todo han sido risas alrededor, pero risas bonitas, agradables, de "mira ésta que es más fresca que una lechuga". Y me he acordado de aquella vez en la que un hippie bien puesto de marihuana me estaba haciendo una trencita de hilos en el pelo, y yo mientras tanto rezaba el rosario por lo bajinis porque se me hacía tarde para ir a misa.
Entre carcajadas, Ilargi ha sentenciado: "¡ésa es la auténtica diversidad!"
Realmente eres más fresca que una lechuga, pero que delicia...
ResponderEliminarM.
Cuánto he disfrutado la anécdota, Rocío. Diez es el número que le faltaba a ese anillo. Tu simpatía diciéndoselo es toda una plegaria.
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