Lo reconozco: estoy atrapada.
Cada noche enciendo la radio aguardando a que cadena Cien sepa recompensar mi amor callado y rendido con alguna de sus canciones. A las ocho de la mañana, dando tumbos por el pasillo, suena en la cocina "Peter Pan" y mi día se enciende. Cuando deambulo en circuito cerrado es muy probable que esté paladeando "Son sueños", una y otra vez.
ya lo dijo Amalia Bautista en ese programa de Radio Clásica, los poetas tenemos un punto obsesivo. Amores o sanas obsesiones, ¿qué más da? Desde los primeros acordes me electriza y me calma al mismo tiempo, me hace soñar, me lleva de la mano a mi niñez o a ese momento en el que me sentí deslumbrada...
Me sirve hasta para rezar. Voy por la calle a primera hora rumbo a la iglesia más cercana y canto en voz baja o media, según tenga el día, "La suerte de mi vida". Es una de esas canciones que se pueden volver fácilmente a lo divino, como los antiguos poemas pastoriles: "¿qué has visto en mí, que me regalas tu Verdad y tu Cielo, que en esta vida ya no quiero otros besos, y cada día Tú me das tu total?"
Pero pero pero... me pregunta Teresa, ¿cómo te puede gustar tanto? ¡A mí me parece un macarra!
Y yo respondo: Quítale los tatuajes y te quedas con sus canciones, son pura lírica.
Y ella me mira con esos ojos que dicen: como si fuera tan fácil quitarle los tatuajes a un hombre...
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