Yo no ligo mucho, pero cuando lo hago es a lo grande, con mayúsculas y en luces de neón. Y siempre con tipos raros: si no, no tendría gracia. ¿En qué cabeza cabe que un taxista, a la pregunta "qué se debe" me responga: "se me debe ver mañana, quedemos a tomar un café"? Sin embargo, lo más sonado me ocurrió en París, en plenos Campos Elíseos. Corría el año 2008 y mi madre y yo nos dirigíamos a los almacenes Sephora. Yo simplemente flotaba de felicidad, y sí, había notado que había alguien mirando, pero en París la gente mira mucho y no me pareció nada alarmante.
De repente, un chico se nos cruzó, dando dos pasos rápidos y adelantándonos. Se puso a lanzarme una parrafada en arrebatado francés, y yo en la luna. Pensé que me estaba pidiendo la hora, así que le enseñé mi reloj. Él desabrochó el botón de su puño para mostrarme que también tenía reloj. Y, entre muchas otras cosas que no entendí, me dijo: "Je m´apelle Henri, je suis celibataire". Celibataire significa soltero, pero yo lo traduje por célibe. Pero para ser célibe parecía tirar los trastos con gran soltura mezclada con una sonrisa tímida que lo hacía simpático. Y hablaba: yo seguía sin entender nada, aunque más o menos supuse que me estaba cortejando de una extraña manera.
Lo contemplé: tenía pinta de hippy elegante, despistado y gentil. LLevaba el pelo largo y limpísimo, castaño, le brillaba. Iba vestido con ropa de mochilero pero con clase: ya saben, colores bien combinados. Y, sobre todo, tenía una frente despejada, unos ojos risueños y una gran sonrisa de niño grande. Tenía manos grandes también.
Entre el torrente de palabras comprendí que me estaba diciendo que yo era muy dulce y que deseaba verme más. Y de pronto reparó en mi madre, me preguntó "ta mére?", y le dirigió sus respetos. Hola me llamo Henri, soy soltero y me gusta su hija. ¿Da usted su permiso?
Alucinadas, le dijimos que éramos españolas y que no entendíamos nada. Y nos despedimos haciendo adiós, adiós con la mano. LLegamos a Sephora y, entre colorete de Nars y sombra de Stila, yo intenté reponerme.
A veces pienso en Henri. Tenía buena pinta.
De repente, un chico se nos cruzó, dando dos pasos rápidos y adelantándonos. Se puso a lanzarme una parrafada en arrebatado francés, y yo en la luna. Pensé que me estaba pidiendo la hora, así que le enseñé mi reloj. Él desabrochó el botón de su puño para mostrarme que también tenía reloj. Y, entre muchas otras cosas que no entendí, me dijo: "Je m´apelle Henri, je suis celibataire". Celibataire significa soltero, pero yo lo traduje por célibe. Pero para ser célibe parecía tirar los trastos con gran soltura mezclada con una sonrisa tímida que lo hacía simpático. Y hablaba: yo seguía sin entender nada, aunque más o menos supuse que me estaba cortejando de una extraña manera.
Lo contemplé: tenía pinta de hippy elegante, despistado y gentil. LLevaba el pelo largo y limpísimo, castaño, le brillaba. Iba vestido con ropa de mochilero pero con clase: ya saben, colores bien combinados. Y, sobre todo, tenía una frente despejada, unos ojos risueños y una gran sonrisa de niño grande. Tenía manos grandes también.
Entre el torrente de palabras comprendí que me estaba diciendo que yo era muy dulce y que deseaba verme más. Y de pronto reparó en mi madre, me preguntó "ta mére?", y le dirigió sus respetos. Hola me llamo Henri, soy soltero y me gusta su hija. ¿Da usted su permiso?
Alucinadas, le dijimos que éramos españolas y que no entendíamos nada. Y nos despedimos haciendo adiós, adiós con la mano. LLegamos a Sephora y, entre colorete de Nars y sombra de Stila, yo intenté reponerme.
A veces pienso en Henri. Tenía buena pinta.
jajaja qué divertido!!
ResponderEliminarAnda, Rocío. Hace tiempo que no me paso por aquí y mira lo que me encuentro!!! Chica, tú arrasas. No lo dudes, pon un taxista en tu vida, nunca se sabe cuándo lo necesitas! Besos, Eva
ResponderEliminarYo no hubiera dejado escapar a Henri.
ResponderEliminar¿y no has vuelto a Paris? Sería genial una segunda parte de la historia
ResponderEliminarLa primera parte, corta pero intensa. Incluso ya conoce a la madre de su princesa¡¡
En serio, me encanta como lo explicas
Un beso
Qué efecto de final. Ahora que...imagina que el anónimo fuera Henri...
ResponderEliminarYo tampoco hubiera dejado escapar a Henri...
ResponderEliminarMujé haberte quedao con henri er muchacho seguro que valia mas que er taxista ademaas los franceses tienen su puntillo eh!
ResponderEliminar!
¡Qué divertidos sois todos! Gracias por vuestros comentarios.
ResponderEliminarBatiscafo... eso nunca lo sabremos...