Era tarde ya cuando decidimos visitar el museo
Wurth. De La Glorieta sale un autobús gratuito para Agoncillo, a las seis de la tarde. Yo no conocía este gran local blanco, tan moderno por dentro y tan encantador por fuera, con un lago y mazos de espliego y flores moradas y un grupo de estatuas de bronce firmadas por Felo, el genial escultor canario afincado en la Rioja y amigo de mi tío Javier. Fuimos a visitar una exposición donde se ofrecen sus obras más míticas, más bellas. Pasamos primero por otra exposición de arte contemporáneo, que reúne sobre todo nombres alemanes desconocidos para nosotras, aunque también había un Picasso y un Barceló. Lo que más me atrajo y horrorizó al mismo tiempo fue este montaje:
Eran tres huevos de algo parecido al alabastro, asentados sobre el suelo en un rincón oscuro. Sobre ellos se proyectaba un haz de luz que conseguía plasmar rostros cambiantes y mortíferos, mientras los tres huevos macabros lanzaban al aire palabras terribles como "dolor", "tristeza", "muerte" o "fábrica". No recuerdo quién era el autor del invento. Allí permanecimos fascinadas, musitando "horrible, horrible", pero sin poder despegar nuestros ojos de la fantástica visión.
Las esculturas de Félix Reyes, en cambio, irradian serenidad.
Me entusiasmó ver a Pancho potaje, el cura de su niñez, que yo conocí en su taller como quien dice recién salido del horno:
Y pude ver por fin su famoso homenaje a las víctimas del 11 M, "solidaridad".
A la mañana siguiente, antes de regresar a la paz del campo, pude disfrutar de unos minutos en Castroviejo, esa librería donde puedo perderme y encontrarme en las páginas de cualquier libro, aunque sea el mío...
Y ver el mundo de dentro afuera: los libros, la ventana, las piedras, la calle bañada por la luz... y sumegirme de nuevo en la penumbra.
A las dos del mediodía aterricé en la calle Laurel: Juan y Pinchamé estaban esperándome.
Y, bajo sus vigas de taberna antigua, la mejor brocheta del mundo: langostinos con piña caramelizada.
P.S.: Pido disculpas por las erratas ortográficas que contenía este post. Han sido ya corregidas.
pero qué vacaciones se está dando la niña!! BESOS!!
ResponderEliminarAl menos el paseo por el museo suma algún punto. Y la dieta vegetal, los famosos espárragos, tan diuréticos. A ver cuantos kilos desaparecen en agosto. Animo.
ResponderEliminarLaurel????? Por favor... qué rico ese sitio donde todos los pinchos son de champiñón!!!
ResponderEliminarNo sé si llorar de envidia o esperar a ver si me toca algún día!
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