Ya en Logroño, recorro la vieja calle Portales y me detengo, a cámara lenta, en frente de la librería Gumersindo Cerezo. A pesar de la sonoridad casi brusca del nombre, Gumersindo me sabe a gominolas. También me suena a señor en pijama, o a maestro de escuela con bigote blanco, ¿tres por dos? "¡Seis, Don Gumersindo!"
Cada nombre nos lleva a una historia. A mí, por ejemplo, el de Celia me remite a una niña melindrosa, con caramelos en los bolsillos, que dice frases como: "Gracias por el pastel, pero la crema estaba agria". Y, por más que busco en mi memoria, no logro saber de dónde vienen esas palabras a mí.
A Paula siempre me la he imaginado rubia y dulce, y cuando conozco una Paula morena y arisca, me siento incómoda. La Paula de Vigo es Vivaldi no tiene nada de arisca, pero de morena sí, y tiene unos ojos entre gallegos y gitanos. O sea, oscuros. Pero, a medida que se iban consumiendo las páginas del libro, Paula Monfá se volvía cada vez más rubia para mí, con ojos verdes y risueños, y en el último capítulo, unas cuantas pecas se atrevían a salpicar sus mejillas. Entonces supe que aquel poema de Enrique García Máiquez era la pura verdad: el lector es un fingidor.
Cuento mi vida pero lees la tuya.
De niña, el nombre de Leonor me sonaba a cara de gato y ojos verdes muy inteligentes, y supongo que conocí a alguien así. Creo que era la vecina de mi amiga Mónica: jugábamos a dramas en sus jardines. En Cou descubrí a Machado y el nombre se me vistió de literatura. Y, cuando conocí a Merl, un día la invité a casa al comienzo de nuestra amistad y hablamos de los nombres. Me gusta el de Leonor, dijo ella. Leonor, repuse, la esposa muerta de Machado... Y Merl, rápida, juguetona y felina respondió: o la mujer viva de Enrique García Máiquez.
Qué chica tan interesante, pensé yo entonces. Lee a unos autores tan raros...
Y sólo han transcurrido nueve años.
Esta vez el lector no ha tenido que fingir nada: hablas de Leonor y yo me he imaginado a Leonor... ¡y eran la misma! Muchísimas gracias por el recuerdo y por la entrada.
ResponderEliminarA mí, de pequeño, siempre me gustó especialmente el de Marina y mira por donde...
ResponderEliminarLeonor...a este lado del mundo hay pocas, pero yo tambien imagino una chica de ojos verdes, y rubia, altisima.
ResponderEliminarA los trece años conoci una chica cuyo apellido quedo en mi memoria mucho tiempo, Quijano. Dos años después leí el Quijote y recordé ese apellido...unos años después, la vida me llevó a conocer al hermano de esa chica, a enamorarme de él y hoy compartimos nuestras vidas...
concuerdo con q el lector imagina y concibe los personajes leídos, a mi me pasa siempre.