La música del reloj en la cocina es la música del invierno, de todos los inviernos.
En la cocina hay una mesa redonda con mantel de limones estampados, y una lámpara flota sobre la mesa, con una bombilla grande que refleja mi cara. Siempre que leo aquel poema de d´Ors que empieza diciendo “qué dicha no ser Basho” pienso en la bombilla grande de mi cocina, e imagino una escena de amor cotidiana entre fogones. Con las mejillas rojas por el humo.
En mi cocina hay también un radiador, que la convierte en el cuarto más apetecible del invierno. Allí traslado a veces mi PC y los folios en cuarto creciente de la tesis, y al oír el tic tac pienso en Machado y en el invierno. Pienso también en mis días de colegio, cuando llegaba a las seis y media con los deberes sin hacer. A las seis caía la noche a plomo sobre la cocina, sobre la taza de cola-cao y el libro de matemáticas esperando. Siempre era de noche cuando batallaba con los números, el sudor frío y la ausencia de sol.
De niña nunca escuchaba la música del reloj en las largas mañanas de verano, y el tiempo me parecía algo que sólo pertenecía al invierno.
"los folios en cuarto creciente" qué dicha de frase y de realidad (yo que ando en luna nueva...)
ResponderEliminarAy, que consuelo de trauma compartido. Y el peor momento, las tardes de domingo.
ResponderEliminardomingo a partir de las 7 de la tarde...BFBFFFFFFFFFFFFF!. Ojalá la vida fuera sábado...
ResponderEliminarQué largas las tardes de colegio y en invierno. El verano no llegaba nunca.
ResponderEliminarMe encanta el texto, Rocío, sobre todo el final de esa certera intuición infantil. Y es que es cierto: el tiempo sólo pertenece al invierno, que es cuando se mide, te pesa y lo sientes de verdad. Antes sólo tenemos noticia de su insolencia cuando lo pensamos; en el invierno, sin embargo, el tiempo es cosa del corazón. Te lo dice un viajero de la vida cercano a su evidencia.
ResponderEliminarUn saludo.
¡Qué barbaridad!
ResponderEliminarCuanta buena literatura en cuatro o cinco palabras
deberías escribir algo largo, una novela, o una enciclopedia, o yo qué se, un libro de texto de física cuántica, o desarrollar una teoría nueva sobre la entropía en los peces azules... pero escribe más.
Quillo toi que estoy terminando la tesis... bastante es ya:)
ResponderEliminarPara comprender este texto mejor podrías escribir (cuando acabes la tesis, por ejemplo, o sea casi ya) sobre tu teoría de la mutación de las estaciones en Sevilla. Se nota que ya tienes ganas de invierno.
ResponderEliminarYo también hacía los deberes en la cocina, después de merendar leche y galletas María migadas. La cocina es el hogar, claro.
ResponderEliminarcolacao muy caliente, y bollo tostao con margarina derretida
ResponderEliminarla vida
el hogar
y fuera, el sol poniéndose, entristeciendo el mundo,
pero no tu cocina, donde está tu madre y tus hermanos, donde está la vida.