Hoy toca teología. O filosofía de la religión, no lo sé. El caso es que he pensado de pronto en cuánta gente fue educada en la fe católica y perdió esa fe a los dieciocho, veinte años. O dejaron de ir a Misa, sin más. Este domingo no, el siguiente tampoco.
Dejaron de creer por culpa de las monjas del colegio, que daban coscorrones, o por la dictadura franquista o por la parroquia más aburrida del mundo, o por pura pereza. O se enamoraron y de repente embarazo y boda de penalti. Y ese runrún de mesa camilla en sotto voce, de sacristía rancia, con prisas y el padre diciendo "la niña tiene que casarse". Y la murmuración. Todo culpa de los demás, todo culpa nuestra. Por esas rendijas se perdieron. Pero ahora, con cuarenta o cincuenta, recuerdan sus ocho años de rezos a la Virgen y mes de mayo en el colegio.
Pienso en mi caso, que es una historia al revés. Pienso en cómo antes de los catorce la Religión no era nada para mí. Es que no tenía conciencia de mí misma, y me creía buenísima e incapaz de toda maldad. Y esa incapacidad anulaba cualquier inquietud religiosa. Dios era para mí eso que mi madre me decía al pie de la cama, jesusito de qué sueño. Era la media hora más triste del domingo, cuando todo acababa. No había razón para oponerse, ni tampoco para pensar en ello más de dos minutos seguidos.
Tuve que meterme en un lío gordo para empezar a ver la realidad. Tuve que sacar cinco cates y congelarme de miedo y falsificar la firma de mis padres para, cuando todo fue descubierto, descubrir a mi vez que yo no "era" buena, que no lo sería nunca sin Dios a mi lado. Conocerse es saber lo que no tienes, lo que Dios te puede dar.
Impresionante!!. Me ha dado un escalofrío!!.
ResponderEliminar"Conocerse es saber lo que no tienes, lo que Dios te puede dar". ¡Precioso!!. Tines razón: conocerse es más fácil de lo que pensamos.
Un abrazo
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ResponderEliminarBien, muy bien por esa conclusión, a la que, si me permites, se puede añadir que conocerse también es descubrir, realmente, lo que podemos (y debemos) dar a los demás: Dios es el paradigma, nosotros su ejecución.
ResponderEliminarUn saludo.
¡Buenas!
ResponderEliminarDe tanto verte por donde el abogado-fiestero y por donde el pianista, he decidido pasarme por aquí a visitarte...
Me ha gustado mucho lo que has escrito. Con tu permiso, volveré
Un saludo
Claro, Trenti... aquí soy formalita, engaño a mis lectores y no doy bocinazos, pero si quieres te dedico un taconeo:
ResponderEliminarTACATACATACATACATÁ TACATÁ.
Sobre lo dicho en otra parte:
ResponderEliminarNo tienes que agradecerme nada: la justicia no es más que restitución por el absurdo daño causado. Pero, si de verdad te alegré el día, me encanta haber sido justo doblemente: tanto por haberlo sido, como por haberte alegrado.
Y sí tengo blog: un diario de tontadas para media docena de amigos. No es que esté restringido, pero me da corte su publicidad. Por eso no suelo hacer los comentarios como usuario de blogger. Lo hago hoy por si tienes curiosidad. Ya sabes, pincha en el nombre, etc. Pero te advierto que soy un poco “plasta”.
Un saludo.
Genial la última frase y el comentario de Antonio. Un saludo!
ResponderEliminar"But the worse I am, the more I need God", dice Julia en Brideshead y hemos sentido todos a menudo.
ResponderEliminarMuy buena entrada.
ResponderEliminarLos que somos poca cosa, los que no valemos nada, tenemos la suerte de que Dios se apiada de nosotros y nos viene a visitar.
Ser bueno por naturaleza es el peor de los males, una mala suerte de narices.
Es como el niño independiente que rechaza los abrazos y besos de su madre... no sabe lo que se pierde.
Breo, qué bien tenerte por aquí!!! Se te echaba de menos. Antonio, no puedo por menos que volverte a dar las gracias. EGM, tendré que leerlo... Isabel, lo de "una mala suerte de narices" es genial.
ResponderEliminarAcabo de volver del Blog de Nestor. Sí que eres más formalita sí... No te imagina lanzando impresoras...
ResponderEliminarole tus c...es (caso de tenerlos) y viva la madre que te parió y los pechos que te amamantaron. qué facilidad para contar verdades y contarlas taaan bien.
ResponderEliminart.q.
Rocío, mi nombre es Hilda y soy lectora asidua de Martín Palma. Hace poco me recomendó los blog de Benita, Marta y el tuyo. Y como buena mujer curiosa, aquí me tienes.
ResponderEliminarPrimero que nada, me gustaron mucho tus comentarios en el meme de los cinco miedos. Comparto algunos de tus temores y lo puse como comentario.
Segundo: viendo tu espacio, te platico que yo también amo el cine de happy end. Eso casi es requisito para que un libro o una película me gusten, creo que ya bastante tenemos como tragedia a la realidad para sufrir con la ficción, claro está, esa es mi posición.
Tercero: en referente a este artículo que publicas, me pareció hermoso, sobre todo la última frase.
En mi caso, toda la vida creí en Dios, desde que mi mamá me ponía a rezar y leía la Biblia hasta cuando vi sus primeras manifestaciones: como logró en mis tiempos de secundaria que mi maestra de Geografía se le pasara el coraje, hace un tiempo como me libró de un asalto, etc. Cuando las personas que somos creyentes nos damos cuentas de todo lo que tenemos gracias a Él, confiamos más. Pero como dices, a veces tenemos que meternos en líos gordos para realmente ver.
Me gusta mucho como se expresa tin tan, un cómico mexicano en la película el vagabundo: "Disculpa Dios que no te visite seguido en tu casa, no puedo venir siempre pero yo te veo en cada nube, en cada árbol y en cada pájaro que canta" (algo así, mi memoria me falla, jajaja)
Saludos y un gusto conocer tu espacio. Hilda