"Y nombraré las cosas", dice Eliseo Diego en uno de sus mejores poemas... Y no es broma el arte de nombrar las cosas, hay que estar atentos para adivinar el nombre oculto que las cosas y las personas tienen en su multiplicidad. Todos nacemos con unos apellidos en el Registro, pero casi siempre vienen luego los padres, los amigos, los amantes, y dejan sus huellas en tu vida bautizándote de un modo especial, y comienza así el tiovivo de los nombres, cada nombre un amor, una persona que te mira con ojos only for you.
Mi carrusel comenzó cuando apenas contaba yo meses, y mi padre me puso un nombre: Goye, mi primera palabra. Goye es nombre propio y común: designa un género, yo soy un goye, el Goye. Recuerda que para mis padres siempre seré algo pequeño y tierno. Además admite prefijos, que mi padre inventa y va escribiendo en un librito, De los nombres del Goye, cada uno con su explicación. Poegoye porque escribo poemas, Hidrogoye por mi pasión por el agua, Mugigoye por mi propensión la los mugidos en el siempre difícil desayuno...
EGM inventó para mí aquello de Llir, porque mi padre dice que yo siempre voy con un lirio en la mano (de ahí viene también Lirigoye). De mi paso por la Sociedad Tolkien conservo el honroso nombre de Adaldrida. Lord Scutum dio en nombrarme Lady Gis o Gis por una de esas historias interminables... Joaquín se refiere a mí como Ros Roris, fantástica declinación latina. Mis primas me llaman Rochipín, Espinete (¿por qué?) y El Comando Nafarroa cuando vestía, según ellas, un poco radical. Esto último se lo permito sólo gracias al cariño inquebrantable que nos une.
Mi verdadero nombre lo sabré cuando me muera: "pondré, cuando me muera, los cimientos".
Mi carrusel comenzó cuando apenas contaba yo meses, y mi padre me puso un nombre: Goye, mi primera palabra. Goye es nombre propio y común: designa un género, yo soy un goye, el Goye. Recuerda que para mis padres siempre seré algo pequeño y tierno. Además admite prefijos, que mi padre inventa y va escribiendo en un librito, De los nombres del Goye, cada uno con su explicación. Poegoye porque escribo poemas, Hidrogoye por mi pasión por el agua, Mugigoye por mi propensión la los mugidos en el siempre difícil desayuno...
EGM inventó para mí aquello de Llir, porque mi padre dice que yo siempre voy con un lirio en la mano (de ahí viene también Lirigoye). De mi paso por la Sociedad Tolkien conservo el honroso nombre de Adaldrida. Lord Scutum dio en nombrarme Lady Gis o Gis por una de esas historias interminables... Joaquín se refiere a mí como Ros Roris, fantástica declinación latina. Mis primas me llaman Rochipín, Espinete (¿por qué?) y El Comando Nafarroa cuando vestía, según ellas, un poco radical. Esto último se lo permito sólo gracias al cariño inquebrantable que nos une.
Mi verdadero nombre lo sabré cuando me muera: "pondré, cuando me muera, los cimientos".
¡Qué genial eres!
ResponderEliminarLo primero y lo último que dices en tu entrada de hoy me recuerdan a lo que se narra en el primer y en el último libro de la Biblia:
En Génesis: Dios llamó al hombre Adán y le dio la capacidad de nombrar a todas las criaturas.
Y en Apocalipsis: "y le daré también una piedrecita blanca, y, grabado en la piedrecita, un nombre nuevo que nadie conoce".
Antiguamente no se les decía tu nombre a los enemigos, para no darles la ventaja del conocimiento.
ResponderEliminarEl nombre lo compendia todo, lo comprende, lo almacena, como el caracol que lleva su casa siempre a cuesta.
Y aunque hoy en día los nombres se repitan, en realidad según quién los porte o los habite, significan cosas muy distintas.
Rocio Jurado, un poner, sonaba a color rojo, a traje de gitana y a feria, y a las buenas gentes de Chipiona....
pero esta nuestra Rocio, en llevando el mismo nombre que la Jurado, un poner, suena a colores suaves, a lentos atardeceres de verano, a lluvia que canta sin estridencia.
Esta nuestra Llir lleva su nombre con otro grácil porte, suave, como de ojitos azules que miran lejos, como de cabello trigueño y dorado, pero siempre susurrante, sin caer en el ruido ni la estridencia.
Me encanta verte contar la historia de los nombres, para mí que te falta el de Dama de la Sonrisa. Bonito guiño final el de los versos de Enrique.
ResponderEliminarAprovecho la ocasión Rocío, no tengo saldo para poder decírtelo por TLF, no puedo ir esta noche porque quedé antes de Semana Santa para celebrar hoy viernes los cumpleaños de varios amigos de clase. Así que me vuelvo a perder una visita a tu hogar, y ya van dos seguidas, esto no puede ser... Un abrazo y espero que disculpes mi ausencia.
Me cuesta, me cuesta, pero me resignaré, snifff! Se me olvidó decir que Toi me llama corazón de ámbar por cierto colgante luminoso que siempre llevo e inspiró un poema. Mi madre me llama Aranita cuando me parezco a mi padre, Herr Professor Arana. Y Carlos me ha llamado alguna vez Miss Arana, y no me disgusta
ResponderEliminarSí que es verdad, nunca me había atrevido a decirlo en público hasta que tú iniciaras ese atrevimiento...corazón de ámbar, y como ya he comentado, lleno de música.
ResponderEliminarY Goye me llama a mi amigo surrealista...y no se la causa.
Lo de Aranita es genial... para mí eres Ro.
ResponderEliminarY para nosotros nuestra Ro, me gusta este corte de tu nombre, te da una personalidad muy definida. Ro la de la fanta naranja, la de los labios de kiss kiss melocoton, Ro la poeta, la amiga y la hermana. Que cursi soy, pero como es verdad te aguantas. Nos vemos esta noche, dulce Ro.
ResponderEliminarGracias Macarena. No eres cursi sino grande.
ResponderEliminareste tema de los nombres me fascina, desde que empecé a saber de Dios sobre todo...quien me conoce sabe que esos mismos versículos del apocalipsis de los que habla batiscafo han sido la base y el fondo de mi poesía en los últimos años, siempre me refiero a asas líneas en los recitales.tan importante es nuestro nombre que sólo llegaremos a ser nosotros cuando Dios nos nombre:"...Mi nombre en tu voz/ es lo que soy./Cada sílaba/será más yo/ que mi carne...";yo digo, mal dicho, que es como nuestra esencia en sentido filosófico.
ResponderEliminardecir su nombre es también la única forma de expulsar a los demonios en un exorcismo,así que no debemos estar lejos del camino al decir que el nombre verdadero de cada uno es lo que nos hace auténticamente nosotros.
gracias por la oportunidad de reflexionar contigo.un beso.
este tema de los nombres me fascina, desde que empecé a saber de Dios sobre todo...quien me conoce sabe que esos mismos versículos del apocalipsis de los que habla batiscafo han sido la base y el fondo de mi poesía en los últimos años, siempre me refiero a asas líneas en los recitales.tan importante es nuestro nombre que sólo llegaremos a ser nosotros cuando Dios nos nombre:"...Mi nombre en tu voz/ es lo que soy./Cada sílaba/será más yo/ que mi carne...";yo digo, mal dicho, que es como nuestra esencia en sentido filosófico.
ResponderEliminardecir su nombre es también la única forma de expulsar a los demonios en un exorcismo,así que no debemos estar lejos del camino al decir que el nombre verdadero de cada uno es lo que nos hace auténticamente nosotros.
gracias por la oportunidad de reflexionar contigo.un beso.
perdón por repetirme, la verificación de la palabra me trae por la calle de la amargura y no me aclaro.perdón.otro beso.
ResponderEliminarAy la verificación de la palabra... He pensao en tí mientras escribía este post.
ResponderEliminarTienes un blog precioso. Saludos.
ResponderEliminar¿y cuándo empezó a saber usted de Dios, estimado anónimo? Puede merecer un comentario aparte
ResponderEliminarSu reflexión, por cierto, es ciertamente irónica cuando aparece "a-nónima".
Llir te lo puso, querida Llir, Ausías March.
ResponderEliminarsusana, empecé a saber de la existencia de Dios a los 17 años y medio, más por el ejemplo de otros que por lo que me pudieran decir.y empecé a tratarle más de cerca unos años después, cuando empecé a ver que sin Dios la realidad que creemos conocer no está completa.
ResponderEliminaren cuanto a mi nombre, lo doy cuando quiero que me nombren,otras veces prefiero guardarlo para mí.
un saludo y gracias por el comentario.
Esta idea de que sólo al final conoceremos nuestro verdadero (nuestro único) nombre es preciosa. ¡Vaya colección de nombres!
ResponderEliminar"Al vencedor yo le daré el maná escondido. Y le daré una piedrecita blanca, y escrito en la piedrecita un nombre nuevo, que sólo conoce aquel que lo recibe"
ResponderEliminarApocalipsis, 2, 17
Y la piedrecita esa... ¿no sería de hachís? Lo digo como lector atento y estupefacto del libro de la Revelación, o Apocalipsis.
ResponderEliminarme impresiona
ResponderEliminarel mundo se divide entre los que dividen el mundo en dos y los que no
pero en este caso, el mundo sí que se podría dividir entre los que se toman en serio las cosas serias y los que tienen pocas circunvalaciones en el cerebro.
Están hablando de cosas solemnes e interesantes. Creo que lo de la piedra de hachis sobraba.
Es solo una opinión. Rompe un ritmo de inteligencia que da gusto de disfrutar en este foro, y lo hace además sin gracia. De verdad que lo siento.
Estos son los metepatas que obligan a fiscalizar los foros. Lástima.
Estoy de acuerdo. El hachís sobra al menos en este post. Gracias al observador admirado...
ResponderEliminarLlego tarde como siempre a lo mas interesante... por si alguien mas se despista y vuelve a entrar aqui, le dejo el favorito de mis poemas onomasticos (o nominalistas?). Es de Gaston Baquero; no mala conclusion teniendo en cuenta que la entrada se abrio con Eliseo Diego...
ResponderEliminarYo los lunes me llamaba Nicanor.
Vindicaba el horrible tedio de los domingos
Y desconcertaba por unas horas a las doncellas
Y a los horóscopos.
El Martes es un día hermoso para llamarse Adrián.
Con ello se vence el maleficio de la jornada
Y puede entrarse con buen pie en la roja pradera
Del miércoles,
Cuando es tan grato informar a los amigos
De que por todo ese día nuestro nombre es Cristóbal.
Yo en otro tiempo escamoteaba la guillotina del tiempo
Mudando de nombre cada día para no ser localizado
Por la señora Aquella
La que transforma todo nombre en un pretérito
Decorado por las lágrimas.
Pero ya al fin he aprendido que jueves Melitón,
Recaredo viernes, sábado Alejandro,
No impedirán jamás llegar al pálido domingo innominado
Cuando ella bautiza y clava certera su venablo
Tras el antifaz de cualquier nombre.
Yo los lunes me llamaba Nicanor.
Y ahora mismo no recuerdo en qué día estamos
Ni cómo me tocaría hoy llamarme en vano.