He soñado con las manos de un hombre. Esas manos eran sabias: sabían hacerme temblar y reír. Esas manos tenían sobre mí todo el poder del mundo. Recuerdo poco más, sólo que me sentía feliz, y quizás un poco asustada por la fuerza de la atracción. Desperté pensando que lo que enamora a una mujer de un hombre son sus gestos: la forma de andar, de mirar, de mover las manos, de estar en silencio.
En ese sentido suscribo completamente el verso de Neruda, "me gustas cuando callas..." Y me conmueve el hecho de que los discípulos de Emmaús reconocieran a Jesús cuando le vieron partir el pan, en "ese gesto inimitable", como dice Gómez Dávila.
Las manos que mueven el mundo son Manos de Música.
ResponderEliminarEs verdad, Beades, gracias por traerme la poesía a las ocho y media de la mañana.
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ResponderEliminarTotalmente de acuerdo con las cosas que nos enamoran a las mujeres de los hombres... y las manos, las manos, la primera de todas, aunque yo prefiera los pies...
ResponderEliminarQué sutil, qué delicada y qué tremenda esta entrada. Qué misterio las mujeres y qué despistados nosotros (por lo general)...
ResponderEliminarA mí no me parecéis despistados, (por lo general...) Tú, por ejemplo, tienes buen olfato, creo.
ResponderEliminarRocío, please, no nos abnadones. Todo los días abro la puerta de tu blog, y espero encontrar un nuevo post... ¿Dónde estás?
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