
Podría escribir los versos más tristes esta noche. O los más alegres, pero no escribo ninguno. ¿Por qué, por qué? Oh musas, oh ninfas, oh diosas del apolíneo sacro, concedédme un segundo de luz para poder ver todo, todo claro como entonces, como siempre pero ahora no. Escribir es ver, del mismo modo que el amor es la mejor forma de conocimiento: Como dicen mis amigos (copio de no sé quién), omnia tua mecum porto.
La visión profética, los ojos de loco errabundo, el fulgor de un momento, lo que yo deseo esta noche... ¿es algo intangible o concreto? ¿De qué sirven los recuerdos, si no es para echar hilo a la cometa y ayudarte a volar? Entro en la caverna que todos costruimos y me digo, fuera telarañas... Y el deseo de cosas imposibles se acaba convirtiendo en una súplica a Dios: que yo vea con tus ojos, la poesía no es más que éso, y no hacen ninguna falta los fuegos artificiales de quita y pon que a veces ambicionamos, nosotros los tontorrones.

si tuviera la suerte de casarme con un alemán bautizaría a una hija mía con el nombre de Karen: contundente y sonoro. Todo esto, claro, si viviera en Alemania, porque aquí es impensable. Imaginaos a la típica criatura adorable, tres años y dos coletas, y de nombre, Karen María Rodríguez Osorio.

No sé porqué, pero Kristen Dunst me recuerda a las caras dulces y llenas de energía de Modigliani: mejillas rojas, sonrisa enigmática, ojos oblícuos... Sucede que a veces las mujeres nos obsesionamos con la belleza de alguna que otra fémina, y eso nos inquieta un poco, aunque no debería. La belleza de Kristen Dust es comparable a la belleza de un naranjo o una catedral gótica. La belleza nos despierta, y a veces despertar es algo doloroso (ocho de la mañana, lunes.) Sucede, puede suceder que yo sea un poco platónica, y vea en todos los objetos que despiden un fulgor a mi paso una vía ascendente... Señales tras cada esquina, dolor de esquina, gozo de esquina. Y, como soy platónica, me gusta pensar que Dios juega al escondite, "que aparece, un relámpago, y que desaparece", tris tras, siempre Miguel dÓrs de fondo. Contemplar un bosque de hayas mojado y translúcido, contemplar a Modigliani o a Kristen Dust sería entonces como leer fragmentos de un manual de uso que Dios nos ha dejado para sacar partido a este mundo taaan mundanal. 
